La aprobación en la madrugada del viernes pasado, por la Cámara de Diputados de la refinanciación de la deuda contraída con el FMI (Fondo Monetario Internacional), resulta una noticia positiva porque da comienzo a un camino destinado a evitar la cesación de pagos de la Argentina y sus consecuencias.
También, debiera llevarnos a la reflexión sobre los motivos por los cuales somos eternos deudores en el ámbito internacional; como sociedad no hemos podido asumir que lo que se debe, tarde o temprano se paga y que es no solo necesario sino también urgente, entender que debemos vivir con nuestros propios ingresos y que los déficits fiscales son imposibles de sostener en el tiempo.
También será necesario entender que la capacidad contributiva de los que pagan impuestos, está agotada.
Al mismo tiempo el Gobierno anuncia el cierre de exportaciones de aceite y harina de soja y una suba del porcentual de derechos de exportación (retenciones).
Más allá de sostener que las retenciones (derechos de exportación) no encuentran, hoy, marco legal donde sustentarse, la sola idea de aumentarlas, muestra, una vez más, la inclaudicable decisión de castigar al sector productivo y desaprovechar los precios internacionales para exportar e ingresar las divisas necesarias para sostener nuestra economía, que los propios integrantes del gobierno, definen como bimonetaria.
El gobierno ya ha intentado con la creación de fideicomisos, para trigo y maíz, controlar un proceso inflacionario que se muestra irreductible y que obedece a la macroeconomía existente, mucho más allá de la suba de precios de los granos en el mundo.
No es que nació la inflación desde la cobarde y criminal invasión de Rusia a Ucrania; el fenómeno inflacionario se sucede desde muy larga data y obedece siempre a la pretensión de gastar más de lo que los ingresos permiten.
Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)