En un juicio abreviado que se celebró el lunes en los tribunales de Venado Tuerto, se dictó sentencia contra tres hombres implicados en el violento ataque que sufrió el joven Santiago Admella, en la localidad de Murphy, el pasado 17 de febrero. La resolución judicial cierra un capítulo oscuro en la historia de esta comunidad, marcada por la violencia y el abuso de poder.
La mayor condena recayó sobre Guillermo Gómez, quien fue sentenciado a ocho años y cuatro meses de prisión por el delito de tentativa de homicidio, tras propinarle a Admella varias puñaladas en el bajo vientre. La gravedad de las lesiones sufridas por la víctima, que estuvo varias semanas internada, llevaron al fiscal Eduardo Lago a considerar el ataque como un intento de homicidio, dado que podía afectar órganos vitales. La condición de reincidente de Gómez le obligará a cumplir la totalidad de su pena tras las rejas.
En paralelo, Rubén Gómez, un empresario local, fue condenado a tres años de prisión efectiva por instigar el ataque. A su lado, otro hombre apellidado Chazarreta recibió la misma pena por su participación como coautor de lesiones graves. A pesar de que ambos deberán cumplir sus condenas de forma efectiva, se prevé que recuperen la libertad en breve, lo que ha generado recelo entre los habitantes de Murphy.
La investigación, liderada por el fiscal Lago, reveló detalles escalofriantes sobre los acontecimientos que llevaron al ataque. Según el relato reconstruido, la noche anterior al ataque, Santiago Admella había mantenido una acalorada discusión con el hijo del empresario durante los festejos de Carnaval. Al enterarse de la disputa, Rubén Gómez, sintiéndose "mancillado" en su honor, tomó la decisión de enviar a dos de sus empleados para que golpearan a Admella, uno de ellos con el mismo apellido pero sin relación familiar.
El ataque se llevó a cabo un sábado por la tarde cuando Chazarreta y Guillermo Gómez descendieron de una camioneta Duster gris y, sin mediar más que la furia y la intimidación, arremetieron contra Admella en el barrio Sur, un área que ha sido testigo de la violencia que ahora mancha su reputación.
La prueba clave que llevó a la condena de Rubén Gómez fue la pericia de su celular, que exhibió comunicaciones en las que instaba a golpear al joven, aunque, paradójicamente, cuidó de no dar la orden de matar. “No se le vaya la mano”, advirtió en uno de sus mensajes. Este giro resulta inquietante detrás de un velo de violencia que muchos consideran inaceptable.
Marcos Tassello, abogado de la víctima, se mostró satisfecho con las condenas impuestas, subrayando que no hay muchos antecedentes de sentencias condenatorias contra instigadores en casos similares. La pena de tentativa de homicidio también fue considerada apropiada en el contexto del caso.
La comunidad de Murphy observa desconcertada y con un aire de preocupación, preguntándose cuántas más serán las historias que han quedado silenciadas en este rincón del país. La esperanza ahora recae en la justicia y su capacidad para sanar las heridas abiertas por actos de barbarie que, como este, no deberían volver a repetirse.