En el corazón de Venado Tuerto, una problemática silenciosa, pero profundamente impactante, aflige a la comunidad de personas con discapacidad. A diario, individuos que se desplazan en sillas de ruedas, utilizan andadores o muletas, así como adultos mayores y padres con carritos de bebé, se enfrentan a un obstáculo tan evitable como exasperante: la obstrucción de rampas de acceso por vehículos mal estacionados. Estas rampas, estratégicamente ubicadas en esquinas y cruces peatonales, son cruciales para garantizar la autonomía y la inclusión de las personas con movilidad reducida. Sin embargo, la falta de conciencia y empatía transforma estos espacios vitales en meros lugares de estacionamiento improvisados, negando un derecho fundamental.
La situación, lejos de ser un incidente aislado, se ha convertido en una constante en distintas zonas de la ciudad. Conductores que, en su prisa o negligencia, optan por ignorar la función esencial de estas rampas, privando a quienes dependen de ellas de la posibilidad de circular libremente. Este acto, aparentemente menor, tiene consecuencias significativas en la vida diaria de las personas con discapacidad, limitando su acceso a servicios básicos, dificultando su participación en actividades sociales y, en última instancia, socavando su derecho a una vida plena e independiente.
Marisa, madre de un niño que utiliza silla de ruedas, expresa con frustración la persistencia de esta problemática: "No dejamos de pedir que se respeten las rampas, los estacionamientos reservados para personas con movilidad reducida, el espacio público en general, no porque las ideas y la lucha hayan cambiado, sino porque cosechamos más antipatía que empatía". Sus palabras reflejan la desilusión ante la falta de progreso, a pesar de los esfuerzos realizados para sensibilizar a la comunidad. La campaña de educación y concientización, lamentablemente, no ha contado con el respaldo necesario para generar un cambio significativo en la actitud de los conductores.
Valeria, por su parte, describe el calvario que vive casi a diario al intentar acceder al colegio con su hermano: "Me tomo el tiempo para pedirles por favor no estacionarse ni detenerse en la rampa de acceso al colegio. Hay un sector que está reservado para personas con movilidad reducida. Todos los días con mi hermano, a la entrada y/o a la salida, tenemos que estar pidiendo que no estacionen ahí. Es una cuestión de empatía y respeto. La educación empieza por casa. Hay que ponerse en el lugar del otro". Su testimonio pone de manifiesto la falta de consideración y la necesidad urgente de fomentar una cultura de respeto hacia las personas con discapacidad.
Una falta de cultura vial y empatía
Expertos en urbanismo y movilidad coinciden en que el problema de los "taparampas" trasciende la simple infracción de estacionamiento. Se trata, fundamentalmente, de una falta de educación vial y empatía. Muchos conductores, al estacionar sobre una rampa, no dimensionan el impacto que su acción tiene en la vida de una persona con movilidad reducida. No se trata solo de una molestia, sino de una violación a sus derechos fundamentales. La falta de conciencia sobre las necesidades y desafíos que enfrentan las personas con discapacidad contribuye a perpetuar esta práctica inaceptable.
Además, la falta de vigilancia y la escasa cultura de denuncia ciudadana permiten que estas infracciones continúen impunemente. Si bien los reglamentos de tránsito de Venado Tuerto contemplan multas para quienes obstruyen las rampas de acceso, la ausencia de controles efectivos y la falta de incentivos para denunciar estos hechos contribuyen a que la problemática persista.
Ante este panorama desalentador, organizaciones civiles como "Vecinos sobre Ruedas" han intensificado sus esfuerzos para sensibilizar a la comunidad y promover la denuncia ciudadana. A través de campañas en redes sociales y actividades de concientización, buscan generar un cambio cultural que priorice el respeto y la inclusión de las personas con discapacidad. Sin embargo, insisten en que es fundamental un compromiso más firme por parte de las autoridades.
Llamado a la acción
"La accesibilidad no es un lujo, es un derecho. No se trata solo de poner rampas, sino de garantizar que se puedan usar. Si no se sanciona con rigor a quien las bloquea, todo ese esfuerzo se pierde", afirman con vehemencia quienes utilizan estas rampas. Su llamado a la acción es claro: es imprescindible que las autoridades municipales implementen medidas concretas para garantizar el cumplimiento de las normas de tránsito y sancionar a quienes las infrinjan. Esto implica aumentar la vigilancia en las zonas críticas, aplicar multas ejemplares a los infractores y promover campañas de educación vial que fomenten la empatía y el respeto hacia las personas con discapacidad.
La solución al problema de los "taparampas" requiere un enfoque integral que involucre a todos los actores de la sociedad. Es necesario que los conductores tomen conciencia del impacto de sus acciones y asuman su responsabilidad de respetar los derechos de las personas con discapacidad. Es fundamental que las autoridades municipales se comprometan a garantizar el cumplimiento de las normas de tránsito y a sancionar a quienes las infrinjan. Y es esencial que la comunidad en general se involucre activamente en la promoción de una cultura de respeto y empatía hacia las personas con discapacidad.
Mientras tanto, quienes viven con una discapacidad seguirán enfrentando cada día un entorno urbano que, lamentablemente, les da la espalda. La lucha por la accesibilidad y la inclusión continúa, con la esperanza de que, algún día, Venado Tuerto se convierta en una ciudad verdaderamente accesible para todos. La eliminación de los "taparampas" es un paso fundamental en este camino, un símbolo del compromiso de la sociedad con la construcción de un futuro más justo e inclusivo.