La puja entre esperanzas y realidades en torno a un medicamento que le devuelva al mundo la tranquilidad que perdió el día que se supo que un nuevo virus azotaba a la Humanidad, no cede. ¿Dónde está parada la ciencia hoy con los medicamentos para enfrentar a la COVID-19?

Desde que comenzó la pandemia varios anuncios sobre medicamentos efectivos en la lucha contra la COVID-19 fueron vistos como la luz al final del túnel. Sin embargo, hasta ahora no solo no hay acuerdo en la comunidad científica, sino que pocos de ellos resultaron realmente eficaces; especialmente si consideramos eficaces a aquellos que tienen una utilidad universal y sobre la cual ya hay suficiente evidencia científica como para considerarlos un arma de lucha contra el nuevo coronavirus. Desde derivados del cloro hasta el ajo, pasando por los vahos de eucalipto; desde la llegada de la pandemia mil veces se habló de los beneficios de tal o cual cosa, pero lo cierto es que los que más fuerte sonaron fueron el ibuprofeno inhalatorio, el plasma humano de convalecientes, el plasma (o suero) equino concentrado y una serie de compuestos de laboratorio que cobraron relevancia con el curso de la recuperación del presidente de EE. UU., Donald Trump.

 

El ibuprofeno inhalatorio

De relativamente fácil acceso, económico y bien argentino. Las primeras noticias llegaron desde Córdoba, donde ya se lo venía usando para reducir los efectos de algunas patologías inflamatorias que afectan al tracto respiratorio, específicamente en investigaciones sobre la fibrosis quística. Es una especialidad medicinal diferente de la que se consigue en farmacias, aunque hubo personas que llegaron a inhalar pastillas del compuesto trituradas y disueltas en suero fisiológico. No es un tratamiento aprobado por la ANMAT y tampoco es un tratamiento que se encuentre en fase experimental. Por ahora, su uso está limitado a los llamados "tratamientos compasivos extendidos". El 18 de septiembre pasado la empresa que lo fabrica presentó una solicitud para realizar un ensayo clínico de Fase 2, el cual aún no fue autorizado por falta de evidencias científicas. Las ilusiones se dispararon cuando el jefe de Clínica Médica de la Clínica Independencia de Córdoba, señaló que "hay un tratamiento contra el COVID-19 y es argentino". Por ahora es eso: una ilusión a la que le falta recorrer un largo camino antes de llegar a ser verdaderamente útil en la lucha contra la COVID-19.

 

El plasma humano inmune

Con su primer antecedente exitoso en la lucha contra la Fiebre Hemorrágica Argentina (mal de los rastrojos), en la desesperada y desigual lucha contra la enfermedad los médicos comenzaron a aplicarlo y notaron que los pacientes mejoraban. Rápidamente, se solicitó la autorización para su uso y hoy es una terapia (no un medicamento) cuya efectividad despierta polémica. No hay evidencias científicas de su eficacia y también se trata de un tratamiento compasivo. La luz de la esperanza comenzó a vacilar cuando un estudio ciego del Hospital Italiano de Buenos Aires concluyó que "el uso de plasma de convalecientes no produjo un beneficio clínico significativo en casos de gravedad, en comparación a los pacientes que recibieron solución fisiológica". Asimismo y con cautela, Gabriel Rabinovich, investigador del CONICET en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, aclaró que "mientras no existan drogas efectivas para combatir la COVID-19 ni una vacuna para prevenirlo, la transfusión de plasma convaleciente, con alto título de anticuerpos neutralizantes, a pacientes en estado crítico que no responden a otros tratamientos, puede ser una terapia alternativa válida". Un forma elegante de decir que antes que nada, cualquier cosa es mejor.

 

Plasma (o suero) equino concentrado

Casi como un derivado de la terapia con plasma humano inmune, pero mucho más silenciosamente, avanza una alternativa que también es argentina y que podría cambiar el curso de la historia en relativamente poco tiempo. Se trata de un suero producido en caballos, a través de una tecnología conocida en el país, que permitió desarrollar el suero de plasma sanguíneo y en los años 70 una cura para la Fiebre Hemorrágica Argentina. Los anticuerpos aplicados al paciente en el principio de la enfermedad podrían frenar la replicación viral, que es lo que hoy se trata de demostrar. Los caballos tardan un mes en generar los anticuerpos, y los investigadores precisan otros 30 días para extraer su plasma y elaborar el fármaco. A partir de un solo animal, en suma, se puede producir en un par de meses el tratamiento para unas 600 personas. Los anticuerpos se obtienen al suministrar como antígeno a los caballos una proteína del virus SARS-CoV-2 que reconoce y entra en las células de los tejidos pulmonares. Esos anticuerpos son entonces purificados. El estudio llevado adelante por el laboratorio Mabxience es seguido de cerca por la comunidad científica internacional y en la Argentina cuenta con el aval de la ANMAT y el CONICET, además de la Universidad de San Martín y el Instituto Malbrán quienes, además, colaboran con el proyecto. Se encuentra en Fase 2 de experimentación, ya fue ensayado en centenares de pacientes de seis hospitales y se espera que para fin de este mes o mediados del que viene pueda pasar a Fase 3 experimental (aplicación a grande grupos de personas) lo cual lo dejaría a un paso de la aprobación. De todos modos, por ahora es solo un experimento prometedor y todo indica que será útil en la primera fase de la enfermedad; lo cual implicaría que - en caso de demostrarse su eficacia - habría que cambiar la estrategia de detección. 

 

El tratamiento Trump

Es difícil de determinar qué es lo que recibió el presidente de los EE. UU., justamente porque es el presidente de la principal potencia mundial y su postura de minimizar la COVID es bien conocida. Por lo poco que se sabe, recibió medicamentos que ningún otro ciudadano del mundo podría recibir por ahora, sobre todo porque aún no están aprobados. El Regenerón es un cóctel de anticuerpos monoclonales que aún está muy lejos de ser aprobado por la FDA (la ANMAT de EE. UU.). El remdesivir, otro de los remedios que recibió, es un medicamento antiviral en fase de desarrollo que tampoco está aprobado en todos los países, mientras que la dexametasona es ampliamente difundida en el tratamiento a pacientes con COVID-19 desde que comenzó la pandemia. Claro que Trump también recurrió a la aspirina, el zinc, la vitamina C y un arsenal de medicamentos que la OMS descartó que fueran efectivos. El presidente mejoró o al menos eso muestran los medios estadounidenses. El gran misterio es cuál de todos los medicamentos fue el que pudo ayudar, si se trató de uno de los casos que cursan sin presentar complicaciones, si fueron todos los medicamentos juntos o alguna medicina desconocida por el resto de los mortales.

Lo cierto es que la OMS hasta ahora no notificó el descubrimiento de ninguna droga efectiva contra el nuevo coronavirus y tampoco recomendó ningún medicamento ya aprobado y que se usaba con otros fines para frenar los efectos devastadores de la enfermedad. Atrás quedaron las teorías del médico francés Didier Raoult que aseguraba que la hidroxicloroquina era la salvación y conseguía el apoyo de cientos de médicos del mundo. Los experimentos fueron interrumpidos después de que quedara demostrado que unos pocos pacientes mejoraban, mientras que la gran mayoría empeoraba como consecuencia de los efectos adversos de una droga pensada para otra patología y cuyas dosis nunca lograron establecerse con claridad. Más atrás aún quedaban los mitos de la medicina alternativa (muchas de ellos descabellados) o la idea de que el sol, el aire, una buena alimentación y los deportes eran la salida a la primera gran pandemia de este siglo. El virus tampoco responde a la meditación, la desenfrenada actividad física ni los postulados new age. Sin dudas, los aspectos más positivos de esta lucha son que la comunidad científica avanza por diferentes líneas, pero en tiempo récord; que la Humanidad entendió que tenía una cuenta pendiente con los virus (tan poco investigados hasta ahora) y que por ahora la prevención es el remedio más eficaz a un desafío que permanece oculto y latente, dispuesto a saltar de un animal a un humano y convertir el mundo en un verdadero caos. 

 

 

 

 

 

 

El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player

Laboratorio de Analisis Clínicos

Mario Maestu