Por Esteban Stiepovich

En el Concejo existe un proyecto en comisión proponiendo la venta del predio ubicado en barrio Parque, conocido como Solar Marcos Zar (*) y con la resultante de la operación adquirir y destinar una parcela al programa Nuestro terreno, que el municipio puso en ejecución con el beneplácito de aquellos que buscan solucionar su problema habitacional. En la propuesta existiría un aparente desconocimiento y desvalorización de un predio con pasado histórico. Este solar fue creado a instancias de una ordenanza del Concejo Municipal, que fuera derogada para reconocer con la nominación de vicealmirante Marcos Zar el acceso al aeródromo y designar con su nombre una plazoleta en el Tomás Kenny. El solar de calle Marconi fue valorado y objeto de reconocimiento por su antecedente real y fidedigno con la ciudad, y la decisión y el reemplazo de su nominación con las designaciones posteriores no genera la pérdida del valor simbólico de un bien con pasado histórico. Marcos Zar (historial ordenanza 2373/96) era hijo de Sestilio Zar, poblador pionero de la ciudad que adquirió una de las quintas que conformaban las cuatro manzanas del barrio Parque (ex-Parque Español). En ese sitio edificó su propiedad y residió con su familia, y también funcionó el Consulado de Italia; siendo además, en 1909, presidente de la Comisión de Fomento de Venado Tuerto.

La propuesta  de su venta no parece considerar o compartir la firme y decidida actitud social de rescate, revalorización y preservación de las actuales autoridades de todo lo que constituye nuestro acervo patrimonial y cultural. Que se lo haya pensado solo como un lote importante de aporte al bien común de la ciudad, negociable por estar inutilizado, aislado e improductivo, y cerrado con rejas por cuestiones de seguridad como se argumenta, contradice este propósito y se ignora lo que representa como valor histórico. Si hablamos de la inutilidad, el aislamiento y circunstancial cerramiento que se señala, debe recordarse que el hecho obedece a la claudicación de las autoridades anteriores, ante lo que fue un avance del vandalismo, y otras tropelías que hicieron del lugar un ámbito de intranquilidad para los vecinos. Y que el olivo centenario  –que era el único en Venado Tuerto, con toda su historia familiar– se haya secado y hoy se lo considere irrecuperable, estaría obedeciendo a la misma razón: la falta de una participación activa de quienes tenían la responsabilidad de su cuidado. Algo sobre lo que el actual gobierno debería reflexionar y actuar, porque de alguna manera también lo roza y compromete la ausencia de la que estamos hablando, modificando una situación reñida con el cometido libre y disfrutable de un espacio público, que fuera desvirtuado por los inadaptados de siempre y la deserción de su compromiso de quienes debían impedirlo. Un solar que espera un nuevo nombre, que no puede ser cercenado de su vinculación con la historia que encierra, necesitado de que se le dé vida, hermoseando su entorno y resguardando lo que aún quede del olivo, como símbolo de la familia Zar y de la ciudad, como sostuvieron los concejales que sancionaron la ordenanza de origen. Conservar e incluir lo que es hoy un patio histórico y de desahogo ambiental en las jornadas que el gobierno realiza con habitualidad en los espacios públicos, revitalizará su integración con la comunidad, poniendo en valor la historia del terruño y los espacios donde han ocurrido hechos importantes de Venado Tuerto, como alguna vez lo manifestara el intendente de la ciudad.

  

(*) Archivo semanario Sur24

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Mario Maestu