Por Esteban Stiepovich
En fecha reciente hablábamos del drama habitacional en la Argentina y su implicancia en una sociedad hoy azorada por la crisis económica y social, que aleja a muchas familias aún más de la posibilidad de hacer realidad el sueño de un techo propio. Y en este marco de aturdimiento colectivo destacamos en simultaneidad la iniciativa del municipio local de habilitar una nueva venta de 111 lotes del programa Nuestro terreno, con destino a la construcción de viviendas únicas familiares, que igual al anterior tuvo su lanzamiento en un sorteo público entre un crecido número de aspirantes interesados en ser beneficiados y amparados por la transparencia de un mecanismo que aleja dudas y suspicacias en torno a las adjudicaciones.
Y a los pocos días otra noticia de innegable impacto social con el anuncio oficial del gobierno de la provincia, a través de su Ministerio de Infraestructura, del lanzamiento de 64 viviendas construidas en el barrio Santa Fe, concretado y sorteado a través de la Lotería provincial, procedimiento también decidido como una vía garantizadora de transparencia y tranquilidad para los potenciales beneficiarios de este programa de vivienda propia; que a su vez vendría acompañado de otro proyecto de construcción de 118 unidades habitacionales en la Chacra 33.
Como se advierte, ambos programas están imbuidos de un propósito similar, consistente en asegurar la transparencia de los sorteos y dando a la gente la tranquilidad de que no hay brecha para que el amiguismo o cercanías influyentes alteren la limpidez y rigidez del mecanismo instrumentado. No ser beneficiado por el azar, será acogido e interpretado entonces con otra sensación, más allá de la frustración que genera un sorteo adverso, esperando con otro ánimo la llegada de una nueva oportunidad.
Tampoco hay que pensar que ni uno ni otro gobierno ha de solucionar la problemática habitacional en la ciudad. Sí, al menos, con el mantenimiento y la continuidad de estos programas alentar las expectativas de quienes albergan la esperanza de hacer realidad un anhelo postergado. Todo un valor en sí mismo.
