Por Esteban Stiepovich

El vandalismo ha vuelto a la ciudad con su perjuicio a los bienes privados de la propiedad como los ocasionados a los que pertenecen al ámbito público. Así se ha hecho eco y lo expone el concejal socialista Leo Calaianov, solicitando al Gobierno provincial, por intermedio del Ministerio de Seguridad, una mayor presencia policial y aumentar las tareas de patrullaje durante la madrugada, especialmente los fines de semana y feriados. La petición tiene como propósito mantener el orden y preservar la seguridad pública, evitando que esta actividad delictiva actúe contra los comercios, que son precisamente los que en esta oportunidad han denunciado y documentado diferentes actos de vandalismo contra sus pertenencias.

Hay épocas en que el vandalismo resurge haciendo de la ciudad objeto de diferentes formas de embates, algunos que van desde simples agresiones a delitos que inquietan y deben alertar a las autoridades, en este caso el accionar de la policía, sin que esto implique la desatención de quienes conducen el Municipio. Tampoco debe olvidarse el valor y la responsabilidad que nos compete a cada uno en la consideración de lo público como un lugar propio compartido y no como un lugar sin dueño y objeto de reacciones y hábitos de ciertos integrantes, impropios de una comunidad civilizada. La inseguridad y el vandalismo son flagelos que se instalan en la sociedad, el primero provocando temores y angustias, el vandalismo bronca e impotencia; ambos exponiendo un estigma que manifiesta el estado de indefensión y también de la inconsciencia de algunos miembros de la sociedad, que hacen necesario evitar su propagación. 

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