Por Esteban Stiepovich

Venado Tuerto no ofrece aún, pese al compromiso y la decisión de sus autoridades, la imagen de una ciudad limpia como se pretende. Al recorrer sectores de su composición urbana se advierte una imagen diferenciadora entre vecinos que muestran una elogiable preocupación en la limpieza y el mantenimiento ordenado del frente de su vivienda, con aquellos cuya desidia en ese  aspecto no favorece al lugar donde residen y menos la imagen de la ciudad. 

La urbe ha decrecido en su limpieza desde hace varios años, al igual que en el mantenimiento de otros aspectos de la vía pública, y que la apatía de muchos vecinos en su forma de vida haya sido y sea un factor incidente no lo es menos. Es una particularidad que evidencia un rasgo cultural que viene desde hace tiempo y se manifiesta en sectores de la ciudad,  un desentendimiento que hace necesaria la instrumentación de campañas de concientización contra los hábitos negligentes que lesionan la faz urbanística, y la adopción de medidas que induzcan a hacernos cargo del espacio común, que muchos consideran como si fuera del otro, no de nuestra pertenencia, y excluido de la obligación de cuidarlo.  

La ciudad lo necesita para acompañar el cambio de imagen que las autoridades se han impuesto dentro de sus principales objetivos de gestión, asumiendo incluso tareas que no le son propias y exceden su marco de respuesta pública, haciendo que se instale en algunos o muchos frentistas la idea de un compromiso estable del municipio que los desliga de una responsabilidad que les compete. De ahí que insistir y despertar el valor de la convivencia y preservación comunitaria del espacio público del área de residencia, y su obligación de mantenimiento en aquellos en que el sentido de pertenencia aún no es presa de sus afanes cotidianos, sería también un paso tendiente a erradicar una desidia que ensucia y lastima la estética urbana.

 

 

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