El próximo 30 de septiembre se conocerá el veredicto final tras el juicio oral por el femicidio de la vecina de nuestra ciudad Patricia Zeballos. La fiscal a cargo de la causa Dra. Paula Borello solicita la pena máxima de reclusión perpetua para el imputado José Luis Fuentes. Si el fallo final coincidiera con el pedido de la fiscal nos daría al menos una sensación de justicia frente al horror de la violencia y la muerte, del cual no se vuelve. Este episodio en particular me llevó a volcar en estas líneas pensamientos que hace tiempo vengo macerando en torno de la violencia de género y la justicia.

Ojalá en todos los casos de femicidios la justicia logre dar con sus victimarios, y a su vez estos reciban condenas ejemplares. Pero antes pregunto: ¿es necesario llegar a un femicidio para que la justicia actúe? Más aún: ¿es necesario llegar a un golpe o a la agresión física para que recién ahí aparezcan de parte del Estado los mecanismos de contención a la víctima?

Voy a referirme a situaciones vividas por gente cercana a mí (sin revelar identidad por respeto a la víctima), pero que denotan falencias imperdonables de todo el sistema judicial. Es más, por toda la información recabada a veces dudo si aconsejar la denuncia frente a un hecho de violencia de género. Muchas veces es tal la desprotección en la que queda la víctima después de una denuncia, que las represalias de su victimario pueden ser aún más terribles que el infierno que ya vive.

La vocación periodística me ha llevado a indagar a lo que en la profesión solemos llamar “fuentes”, y es así que consulté a altos funcionarios de la justicia local, incluidos hasta un juez y un fiscal. “Off de record” no dudaron en asegurarme que, de todas las denuncias que llegan al Centro Territorial de Denuncias (Ministerio Público de la Acusación), son muchas las causas que se archivan sin siquiera ser citados los posibles victimarios. Por algún tiempo se puede interponer una perimetral, momento en el cual el victimario se entera de que fue denunciado, y ya encontrará la manera de que la víctima sepa que “eso no se hace”. Se hará el “buenito” unos meses, pero es hábil para humillar. Conoce los mecanismos para agredir a su pareja (en algunos casos expareja), y luego armar un discurso para que la víctima sienta culpas por “ponerlo violento”. La perimetral durará un tiempo, y cuando la justicia finalmente archive el caso por “falta de mérito”, el infierno volverá.

Muchos hombres violentos, frente a la sociedad son grandes señores, cordiales, respetuosos, correctos. Pero en la soledad de la casa, cuando los hijos duermen o están en la escuela, la catarata de humillaciones, maltratos y zamarreos no cesa.

Voy a decir algo que contraría todos los consejos que escuchamos habitualmente. Creo (y justificaré con hechos mi opinión) que no es una buena idea denunciar en primera persona, salvo que tengas un ojo negro o un hematoma que claramente un médico pueda constatar como golpe. Si se trata de humillaciones, amenazas con objetos cortantes, gritos, tironeos de pelo o empujones hasta caer al piso, pensalo bien antes de denunciar. Si no quedan marcas en tu cuerpo existe la posibilidad de que el fiscal de turno archive la causa sin mediar la más mínima investigación. En ese caso tu denuncia no llegará ni al juez. Y si tu victimario se entera de tu “imprudencia” de denunciarlo… ahí te las vas a ver realmente mal.

En síntesis: la víctima logra atreverse a denunciar (es un paso muy complicado para una persona humillada, amenazada y vulnerable), el victimario se entera de que hay una denuncia en su contra (esto exacerba su violencia), y probablemente no hayan demasiadas medidas de investigación, y mucho menos de protección a la víctima. Y si las hubiera (alguna intervención de Acción Social Municipal, por ejemplo) tardan en llegar, cuando la dramática situación exige medidas rápidas. No son pocos los casos de femicidios que tienen como antecedente una denuncia no escuchada.

Analicemos otro posible escenario. Podés ser más cauta e irte de tu casa antes de denunciar. Es entendible que ni siquiera tengas fuerzas para reclamar lo que es tuyo. Estás muerta de miedo, y el coraje solo te alcanza para al menos escapar de ese infierno. Así que el “señor” se queda tranquilo, disfrutando él solo de la casa, los muebles, lavarropa, cocina, auto, todo lo que juntos construyeron durante años de sociedad conyugal. Eso sí, asegurate de tener un sueldo que te permita arrancar de cero y pagar un alquiler. Porque la venganza del “macho” será sumar a todos sus abusos contra vos la violencia económica. Aprovechará tu vulnerabilidad emocional para quedarse con todo lo que hicieron juntos.

Si la víctima se va de su casa porque no encuentra a donde recurrir, ¿qué pasará con los hijos? No sería de extrañar que su victimario aproveche la inocencia de los niños para demonizar a su pareja. “Mamá nos abandonó, pero no se preocupen, papá los cuida”.

Si sufriste violencia de género de parte de tu pareja, pero te animaste a huir del infierno que era tu casa, en tanto y en cuanto tu sueldo alcance para mantenerte solita, tu vida y tu integridad física están a salvo. En el Juzgado de Familia (en caso de que aparte quieras divorciarte) podrás tramitar todo lo referente a la división de bienes de la sociedad conyugal. Pero la burocracia judicial tiene su tiempo, y es lógico que en el mientras tanto necesitarás irte del lugar donde tanto se te maltrataba. Así que vos, abandonando todo lo tuyo por escapar de la violencia, y el “macho” tranquilo, con la probabilidad de que ningún resorte de protección a vos y de investigación al caso, tan siquiera se hayan movido. Si te sobran unos pesitos para una terapia psicológica y/o psiquiátrica de a poco tal vez vayas sanando. Y tal vez con los años puedas reclamar lo que es tuyo. Tal vez quieras también reclamar justicia, pero los años habrán pasado y ningún fiscal ni juez ya podrán hacer nada.

Para todo es necesario el dinero. Si tus ingresos son pequeños, estás en serios problemas. No podrás pagar un abogado que defienda tus derechos. No podrás pagar una terapia para intentar sanar. Y si no podés pagar casa y comida vas a terminar golpeando la puerta del “macho”, suplicándole disculpas por haberlo denunciado. Frente a este panorama rogá que su rencor no haga estragos con vos. Porque él está esperando eso. Que vos no puedas sola. Está esperando que le pidas perdón. Y te va a recibir nuevamente. Calmado, tranquilo. Y apenas vuelvas a confiar volverá el horror. Tu vieja denuncia archivada, obsoleta. Vos ya sin fuerzas para volver a denunciar, resignada a que eso es lo que te tocó en destino.

Venado Tuerto está lleno de tipos violentos, rodeados de amigos tan misóginos como ellos mismos, festejando cada una de sus “hazañas”. A más de un misógino he visto en las marchas por “Ni una menos”, con aires de hombres correctos. Y están en las empresas, algunos son jefes que acosan a sus empleadas, y hasta los hay en las instituciones educativas, inclusive en cargos directivos.

Si pudiéramos revisar los archivos de los Centros Territoriales de Denuncias y demás dependencias de similar fin nos toparíamos con cada historia… Y no estoy diciendo que todas las denuncias se condigan con los hechos. Habrá denuncias falsas, acusaciones apócrifas. Digo simplemente que todas las denuncias merecían ser investigadas. Pero son tantas que finalmente todo lo que se puede desestimar y archivar rápido así se hace.

La violencia de género no es solo agresiones físicas con lesiones visibles. Es mucho más. Pero en la práctica muchas veces, para que amerite una investigación, el hecho tiene que constituir delito penal a simple vista (un ojo negro, una herida cortante, moretones fuertes). Todo el resto (humillaciones, insultos, empujones, golpes sin hematomas considerables, amenazas con objetos cortantes cerca de tu cuello pero sin llegar a herirte, tirones de pelos, encerradas en el baño por horas, o no abrirte la puerta una noche para que duermas afuera, y la lista es enorme) siempre y cuando no queden marcas en tu cuerpo, todo correrá peligro de ser archivado para destinar ese tiempo a casos “más urgentes”. Un día la víctima es encontrada muerta y ponemos cara de sorprendidos.

Cierro como empecé: ¿es necesario llegar a un femicidio para que la justicia actúe?

Lic. Gabriel Zarich (periodista y docente)

 

 

 

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Mario Maestu